Wednesday, April 23, 2008

Tuesday, April 22, 2008

Taller de creacion literaria

Cambiamos de locación, el taller de narrativa está ahora en el Sótano del centro de Coyoacán, mismo horario.



Ponte atento: junio-marzo 2008

Con el ánimo de apoyar la profesionalización del medio editorial, inicio esta sección para informar lo que en mi experiencia me ha sucedido en dicho medio. La idea es que entre más informados estemos de lo que sucede, más podremos exigir mejores retribuciones y también mejores trabajos.
Así, en el periodo de junio a marzo de 2007-2008 tuve la oportunidad de trabajar con diversas editoriales, pongo un ojo avisor a lo siguiente:
-- El proceso a seguir de los libros de texto sigue lleno de presión por parte de la SEP y de las editoriales. No es raro que los libros tengan el actual resultado, pues, debido a los tiempos exigidos por la SEP y también a la necesidad mercadológica de las editoriales, los libros terminan escribiéndose y editándose prácticamente en 6 meses.

-- Si trabajan con Fernández Editores, una empresa reconocida y muy creativa, tengan en cuenta que hay retraso a la hora del pago.

-- Ponte atento al trabajar en Esfinge), es una editoral de mucha experiencia, pero necesita más práctica en el trabajo en equipo.

Si tienen algún comentario o tip que quieran compartir, envíenmelo y lo subo a este blog.

Libros que leo (enero 2007)

El triunfo de la belleza, de Joseph Roth

Joseph Roth sin duda es uno de los más celebres escritores entreguerras. Una significativa muestra se aprecia en El triunfo de la belleza (Acantilado, 2003), un relato breve donde Skowronnek, médico de un popular balneario donde las mujeres han de ir a curar sus males, cuenta a un amigo la historia de un joven aristócrata enamorado hasta el tuétano de su esposa, quien ha de conducirlo a la muerte valiéndose de los artilugios de una falsa enfermedad. La obra da cuenta de la potencia clara y directa de la que Roth se vale para trastocar las virtudes de la mujer. Y aun cuando es insoslayable la carga misógina y hasta homosexual del personaje (Skowronnek) impresa en el relato, no deja de ser un compendio socarrón donde, como el título lo señala, la belleza femenina es la continua fascinación donde los hombres han de caer vencidos.
Askari Mateos



Título: El poder del ahora.
Autor: Eckhart Tolle
Editorial: Grupo Editorial Norma

Eckhart Tolle vivió durante mucho tiempo en un estado de gran ansiedad y miedo, sin embargo una noche logró liberarse de su propia mente. Un evento tan extraordinariamente raro que algunos llaman iluminación. Así pues este gran maestro viene a decirnos, “tú eres el maestro que has estado esperando toda tu vida”. Este libro ha impactado positivamente la vida de millones de personas en todo el mundo. Es un texto que nos invita a encarnar un estado de absoluta presencia, y más que un libro, es un mapa de nosotros mismos.
Una de las ventajas de su mensaje es que no está alineado con ninguna religión o tradición espiritual, muy por el contrario Eckhart Tolle deconstruye magistralmente la naturaleza de la realidad y nos invita constantemente a dar un salto hacia lo desconocido, es decir hacia la cesación del sufrimiento.
Alfonso Cordero




Título: Amar lo que es.
Autor: Byron Katie
Editorial: Urano

Únicamente cuatro preguntas bastaron para que Byron Katie se liberara de todos los patrones mentales destructivos de su vida. Ahora va por el mundo haciendo estas mismas cuatro preguntas a todas aquellas personas que desean descubrir la verdad acerca de todas las creencias o pensamientos que les generan miedo y estrés.
En el libro “Amar lo que es” se encuentran las preguntas y respuestas de gente que ha decidido cuestionar todo aquello que le causa aún el más leve sufrimiento. “Quiero que mi hijo me hable” “El affair de mi esposo” “Necesito la aprobación de mi familia” Son algunas de las frases que generan angustia en muchas personas y que en este libro Byron Katie junto con sus interlocutores, logran desmenuzar y transformar de una forma total y permanente.
La humanidad en toda su creación no había podido tener tan al alcance de cualquiera, un método tan radical y efectivo para el crecimiento espiritual.
“La relación más íntima, es la que tenemos con nuestros pensamientos” – Byron Katie.
Alfonso Cordero



Uno de los libros más recomendables que he leído es Entre Marx y una mujer desnuda, de la editorial Siglo XXI. Es un libro que rompe la estructura semántica.
Otro autor que es recomendable es Clarece Lispector, cualquiera de sus cuentos.
Oscar Falconi

Los buscadores de la dicha de Humberto Guzmán. Este autor contemporáneo escribió un libro erótico pero no pornográfico; para mí fue un gran descubrimiento y un gran gozo descubrir este tipo de libro cuya lectura tiene una gran belleza, es la soledad de un hombre que vive en Praga.
Margarita Herrera Rendón


Mi hijo me recomendó el libro El secreto de las flamencas de Federico Andrahazi. Me gustó su estructura, su tema, el manejo del misterio; sobre todo, en qué forma se devela ese misterio. Tanto me gustó que también compré El príncipe, pero fue una gran decepción: a diferencia del anterior este libro está muy mal escrito, pareciera su primera novela.
María del Carmen


El maestro y Margarita de Mihail Bulgakov, es un libro que recomiendo por varias razones: es una historia que rompe con las versiones tradicionales del amor, el demonio, la vida de Cristo, y el mundo comunista. Tiene magia y pasión, pero también mucho juego con el lector. Es un libro que atrapa tanto a los que han leído mucho como a los que empiezan a leer. Una nota adicional es que la canción “Simpatía por el diablo” de los Stones está basada en el personaje principal de este libro.
Merari Fierro

Sobre el premio Aguascalientes

Ensayo
Premio Aguascalientes de Poesía: No lo sabemos des(c)ierto

La suspicacia ronda los premios literarios. Los grupos de poder, el marketing, la imposición de jurados, el predominio de una visión estética particular, son algunos de los males que aquejan a la República de las Letras.

9-Febrero-08

por Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido*

Amigos convenientes

En 2003, en una cantina de Texcoco, el poeta Rolando Rosas Galicia nos contó que, a la deliberación del Premio Aguascalientes 1978, Jaime Sabines llegó tarde y preguntó a sus compañeros jurados si habían leído los libros. Efraín Huerta habría confesado que no, mientras Roberto Fernández Retamar dijo haberlo hecho, pero admitió requerir consejo para “orientar” su decisión. Sabines propuso dar el premio a Elena Jordana, y Elena Jordana, con Poemas no mandados, ganó el codiciado galardón. Para nadie era un secreto la férrea amistad que Jordana y Sabines sostenían. Incluso, un poema de la autora menciona al poeta chiapaneco, por si quedaban dudas de la cercanía. Cita: Sabines dijo: /A la chingada las lágrimas /y se puso a llorar /como se ponen a parir. /Yo dije: /al carajo la poesía /y me puse a escribir /como se ponen a vivir (de Poemas no mandados, 1978).

Si sí o si no, no es tanto un secreto como un entendido nacional y conveniente. En el panorama literario no es poco común que los libros premiados resulten de talleres impartidos por los propios jurados; o que las relaciones personales que se entablan en centros de creación, ámbitos burocráticos o grupos de “política cultural” afines, redunden luego en la causalidad de reconocimientos y jurados.

Los cuestionamientos a un hipotético demérito en la calidad de los libros premiados con el más importante reconocimiento nacional de poesía —exacerbados quizá sin correlación directa con la concesión del premio a Mario Bojórquez (El deseo postergado, 2007)— pasan por un desgaste dadas las relaciones interpersonales de premiadores y premiados; aunado a la insistencia —mediante la selección de jurados— respecto de una visión estética casi única e indivisible, cuya excepción fue, quizá, Héctor Carreto (Coliseo, 2002).

Esa estética plantea la visión única del centralismo, a partir de los academicismos establecidos por el sector oficial: talleres del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Centro Mexicano de Escritores o la Fundación para las Letras Mexicanas, entre otros, que excluyen de manera consecutiva visiones estéticas o planteamientos que no encajan en las visiones de quienes detentan el poder de las políticas culturales; una visión que incluso ha llegado a reivindicar —dentro del Aguascalientes— a escritores más por su trayectoria que por los materiales presentados a competencia.

Un ejercicio realizado de manera extraoficial entre poetas en 2002 (Luis Aguilar, Julián Herbert y Luis Armenta Malpica) arrojó una lista de —entonces— potenciales ganadores del premio. En la lista, surgida de la tertulia y el divertimento con la estética impuesta al premio, figuraban el propio Bojórquez, María Rivera, María Baranda, Luigi Amara y Luis Vicente de Aguinaga. Salvo Amara, los otros cuatro han ganado ya el premio Aguascalientes. Así es de predecible la estética predilecta. La excepción que confirma esta regla es, tal vez, Carreto.

“Hay una visión clara porque la selección de jurados había sido realizada con cierta alevosía, y con la ventaja de imponer a jurados sin ninguna variación en su propia creación y en lo que seguramente evaluarían de un trabajo poético. De los últimos premios, María Rivera tiene un libro (con el que ganó el Premio Elías Nandino) mucho mejor que el que obtuvo el Aguascalientes y, en general, creo que solamente el libro de Aguinaga (Reducido a polvo, 2004) alcanza el nivel que debería exigir el premio”, considera Armenta Malpica, director de Mantis Editores, quizá la editorial independiente de poesía con más peso en el país.

No es casualidad que, en el acta de su dictamen, el jurado del premio haya establecido, de manera unánime, declarar desierto el Aguascalientes 2008, “debido a que ninguno de los manuscritos cumplió con el nivel de excelencia indispensable en un concurso con la trayectoria y el prestigio propios del Premio de Poesía Aguascalientes”.

En la consideración debemos sumar los cambios hechos en la organización y a las reglas del premio, luego de la polémica generada por la concesión del premio a Bojórquez, a partir del cual se estableció la obligatoriedad de nombrar un jurado internacional, uno nacional (ganador del premio) y uno local. Incluso, hubo planteamientos para que los jurados nacionales y locales fuesen seleccionados al azar, mediante sorteo. Ello muestra que la crisis en la organización y otorgamiento del Aguascalientes no es un fantasma empujado desde fuera.

Esta crisis se nutre desde luego de leyendas, digamos, poéticas, como la de un bardo tabasqueño que elabora una bitácora de jurados contra ganadores, analizando el estilo de ambos y sacando conclusiones, con la finalidad de escribir algo que sea afín al grupo de evaluadores. Sí: en las letras mexicanas los carriles, tendencias, estilos y conformación de grupos son un secreto ya no tan a voces, por lo que en la discusión entre la suspicacia y el merecimiento, siempre gana la primera.

Te lo juro por el jurado

Sin duda alguna, quienes asumen la responsabilidad de imponer su gusto para definir un merecimiento tienen todo nuestro respeto, aunque en algunos casos no comulguemos con la idea de declarar desierto un premio. Y no se trata, como decía Alfonso Reyes en Deldiario, de sacarle partido artístico a dolores que uno tiene destinados (ninguno de los autores de este texto ha buscado el premio Aguascalientes) . El hecho es que, hoy, más de 200 libros de poesía mexicana contemporánea no tienen calidad suficiente, son malos o malísimos, según José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal (este último con un historial amplio como jurado de premios desiertos).

Ahora, si bien es cierto que el Aguascalientes ha permanecido en los recientes años en una espiral construida por la duda, también es que se antoja difícil no encontrar un libro de calidad entre 200 trabajos. ¿Cuántos de estos libros desdeñados por los jurados serán publicados pronto, ganarán otro certamen o recibirán críticas en revistas literarias elevándolos a la excelencia? Parece por momentos que un exceso de conciencia y análisis busca restituir al premio el prestigio —poco o mucho— que se ha perdido entre los reconocimientos otorgados entre amigos a libros no del todo favorecidos ni por la crítica ni por la poesía.

Cierta poesía desierta

Nos hubiera gustado celebrar —seguir celebrando la vida— con un nuevo libro de poesía, porque en su lectura sopesamos algunas penurias cotidianas que nos acalambran, pero hoy nos encontramos, como otros lectores, en un debate sobre la condición de la actual poesía mexicana.

No es un axioma ni creemos que los poetas sean devorados por el verso, pero nos asaltan dudas. Alguien dijo: te tengo una mala noticia que es muy buena: creo, siento sin entusiasmarme con desenlaces provisionales, que este hecho es una advertencia para quienes tienen prioridades en verso, lo que dejaría que la especulación, el debate y la reflexión aderezados de “incursiones fallidas o triunfales, certeras o descabelladas con barbaridad y talento con inspiración o supersticiones” (Gabriel Zaid dixit) “comiencen a aparecer”.

Aquí la carencia es una necesidad que quiere ser satisfecha y el homenaje a Gerardo Deniz —tan merecido como necesario— encaja por una sola circunstancia: su obra poética.

“Declarar ahora desierto ese premio no es ni un llamado ni una advertencia, no es más que otro foco de alarma de un proceso más general y más grave: yo mismo acabo de ser jurado de un concurso literario que fue declarado desierto. Eso está ocurriendo cada vez con más frecuencia en los certámenes. No sólo está en juego la salud de la poesía, sino la de toda la literatura mexicana”, considera el crítico y poeta Sergio Cordero, quien no descarta la corrupción moral de los certámenes.

“Los grupos y mafias literarias, a los que se les culpa del fracaso de tantas jóvenes promesas, son uno entre varios males. Esta clase de grupos surgieron el siglo pasado como una estrategia de los escritores para defenderse de un medio sociopolítico hostil. Pero el tiempo les restó vigencia y sus propias estrategias defensivas los asfixian. Hay un mal más grave y reciente: desde que escriben sus primeros versos, los escritores jóvenes ven a la literatura como un medio y no como un fin. No les interesa escribir bien, les interesa cobrar bien por lo que escriben, aunque sus libros no aporten nada a la cultura”, dice.

No es extraño. En un medio donde los críticos son especie en extinción, las campañas para exterminarlos es sistemática y tiene consenso en el ambiente literario. Para Cordero, la complicación es doble: hay quienes no quieren decir a un autor que no tiene talento; pero ocurre también lo inverso: no se reconoce la trayectoria de un escritor de talento porque no pertenece a un grupo influyente, porque no es funcionario o no se deja seducir por una facción cultural.

“En vista de tan negro panorama con las anteriores consideraciones” , finaliza Cordero, “¿qué pasaría si desapareciera el Premio de Poesía de Aguascalientes? Absolutamente nada”.

El premio ha sido ganado, entre otros poetas mexicanos, por Juan Bañuelos, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Francisco Hernández, Myriam Moscona y Malva Flores; y sólo ha sido declarado desierto en dos ocasiones: la primera por un jurado compuesto por Isabel Fraire, Ulalume González de León y Rubén Bonifaz Nuño. Ahora, José Javier Villarreal, Jorge Esquinca y José Luis Rivas han hecho lo mismo.

“Resulta inquietante”, considera el poeta Eduardo Hurtado, “que el certamen de poesía más importante de México, al que concurre cada año una considerable proporción de los muchos autores que se dedican de lleno al género, arroje este resultado desalentador: entre los más de 200 originales presentados: ni uno solo alcanzó a colmar las supremas exigencias de los dictaminadores” .

Según Hurtado, algo debe andar muy mal si se piensa que esto sucede en un medio donde un considerable número de poetas se consagra al oficio, publica, concurre a talleres o los coordina, y asiste a toda clase de actividades relacionadas con la poesía, en un país que goza de un amplio reconocimiento por la calidad de sus poetas.

“Ellos mismos (los jurados) recibieron este premio antes, sus obras desataron polémicas a la hora en que ganaron, y aún está por verse (el tiempo dirá) si sus respectivos libros, que merecieron el galardón, tienen las cualidades necesarias para perdurar”, agrega.

Para Armenta Malpica, sin embargo, era necesario un alto al premio.

“Creo que era necesario un alto al premio, y aunque coincido con Hurtado en que no debiera premiarse a un autor que no concursó, por excelente que sea la obra de Deniz, tampoco creo que la salud de la poesía mexicana esté en duda. Simplemente a tres autores (que antes han ganado el premio) se les hizo que ya estaba muy deslucido el certamen y quisieron levantarlo. Iba en juego el prestigio del Aguas (y por tanto el suyo propio)”, considera.

Desde luego, nadie cuestiona la vida ni la importancia del Aguascalientes, pero es momento de que la vuelta de tuerca que se inició tras el dictamen de 2007 se concrete. Abrir el abanico de posibilidades estéticas es, quizá, la tarea más importante.

***

Luis Aguilar es poeta. Autor de Eclipses y otras penumbras, Soberbia de cantera, Tartaria, Mantel de tulipanes amarillos y Los ojos ya deshechos. Su obra ha sido traducida al inglés, francés y portugués. Armando Alanís Pulido es poeta y coordinador del proyecto independiente Acción poética. Es autor de Combustión espontánea, Los delicados escombros y La costumbre heroicamente insana de hablar solo, entre otros libros.

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La fragilidad crítica de la poesía en México
a propósito del premio Aguascalientes

Jeremías Marquines

Jorge Cuesta decía que, lo que se ha dado en llamar
poesía mexicana “no han sido más que buenas
aplicaciones de literaturas extranjeras”. Es más,
afirma, “no es de extrañarse que en ningún mexicanismo
de la literatura mexicana sea imposible encontrar la
menor originalidad”. Por supuesto, cuando hace esta
afirmación hay que tomar en cuenta el contexto, ¿pero
acaso hoy puede afirmarse lo contrario?
Declarar desierto el premio Aguascalientes es un
acierto: motiva la reflexión y exhibe la fragilidad
crítica de la poesía en México. Muestra también, la
hipocresía de los poetas mexicanos y expone su
conservadurismo positivista.
Hay en esta decisión, como en cualquier otra, sus
aristas y sus bordes. Ambos aspectos nos dan la
oportunidad de compartir nuestro cinismo y de salpicar
a otros con nuestra hipocresía.
Por un lado, están los que ven mal y hasta consideran
una ofensa declarar desierto el tal premio, otros lo
consideramos inclusive; y otros que de plano lo
celebran como si este simple acto, por sí mismo,
tuviera el efecto de un curita contra la mediocridad
poética vigente. Qué se le va hacer, así es este
oficio de la cocina. Todos quieren comer pero nadie
quiere lavar las ollas. Lo que hace más evidente la
mezquindad de fondo.
Primero: ¿cómo sabemos que la poesía mexicana es tan
mediocre, al grado que ninguno de los casi doscientos
participantes se merecía el premio? ¿Cuándo y dónde se
ha discutido al respecto, quién lo hizo, cómo lo
hizo?. ¿Cuáles son los argumentos para decidir qué es
de calidad y qué de excelencia? ¿Quién lo dice y cómo
lo dice? ¿Es ético que poetas valoren a otros poetas?
¿Quiénes hacen la crítica de la poesía en México?
¿Existe algo así como la crítica de la poesía
mexicana?
La poesía mexicana, salvo contadas excepciones, es
una poesía mediocre, no porque así se haya descubierto
al declarar desierto dos veces el premio
Aguascalientes; es mediocre porque es el resultado de
antiguas y mezquinas disputas comenzadas por los
patriarcas de la poesía nacional; es mediocre porque
ha tenido siempre una valoración hipócrita; es decir:
ha sido calificada por una crítica de los intereses
donde privan los ajustes de cuentas, pa que aprendan a
respetar, que lo mismo eleva al cielo al amigo
mediocre que condena al desconocido provinciano con
posibilidades creativas. Y es aún, más mediocre,
porque se hace grilla con la poesía. El oficio se ha
convertido en un medio burocrático más que en un medio
del alma, si es que algo como eso existe.
En su balance de la literatura mexicana de 1942
publicado en el número 2 de Letras de México, José
Luis Martínez escribió: “Alberto Quintero Álvarez, de
la misma promoción que Octavio Paz, publicó una
recopilación titulada Nuevos Cantares y Otros Poemas.
Al lado de acentos de la más delicada calidad lírica,
ciertas preocupaciones y tendencias ajenas a su tono,
impedían que su libro conservara alguna visible
unidad. Pero si algunas de sus composiciones se
desvirtúan a causa de sus experiencias fallidas, otras
mostraban una pureza poética incomparable marcando la
línea más noble del poeta”. ¿Y entonces qué pasó con
esta ‘pureza poética’ que elogiaba el crítico? ¿Quién
se acuerda hoy del tal Quintero? Acaso no pasa hoy así
con mucho de lo que se presenta como obras de calidad,
como ‘obras que van a cambiar el rostro de la poesía
en México’.
En este balance Martínez también se refiere a un
cuaderno de Manuel Calvillo. titulado
coincidentemente: “Estancia en la voz”, muy parecido
el título El cardo en la voz de Jorge Esquinca, uno de
los actuales jurados del tal Aguascalientes. Ya lo
decía Cuesta: “en literatura mexicana es imposible
encontrar la menor originalidad”.
José Attolini fue un poeta de poca monta, hoy nadie
se acuerda de él, pero en el 43 era un escritor muy
activo con ramificaciones y contactos en la oligarquía
poética nacional, a la que hoy algunos ilusos llaman
tradición. De esta ‘tradición’ procede la mayoría de
los comentarios impresionistas que en las revistas y
presentaciones de libros pasan hoy día por
profundidades críticas. Veamos un ejemplo de este
cliché de sorprendente actualidad: “Todo poeta vive en
deuda con la poesía mientras no rescata al mundo de su
pavorosa medida cotidiana y lo entrega acabado de
estrenar (...) pero en este mundo de cenizas todavía
candentes, el poeta no sólo es creador por
antonomasia, sino solitario por excelencia, y no puede
ser de otro modo, ya que para toda obra de creación
hay que empezar por las entrañas, allí donde las
palabras no son sino semillas”.
Ahora leamos un comentario más actual, y comparemos
el impresionismo cursi de Attolini en el 43, con el
que hace David Huerta al referirse a la obra de Julián
Herbert en la antología El Manantial Latente: “Las
palabras salen, brillando, como bañadas por una luz
quemante, del propio corazón, de la soledad de la
mente. Todo esto sucede en un espacie de trayecto o de
trance (...) Las palabras van a depositarse una a una
sobre las páginas, sobre las cuartillas: un poema,
dos, quince poemas... Los poemas forman una casa, un
libro, y ya poseen el nombre que les faltaba: El
nombre de esta casa”. ¿Qué dijo Huerta?, nada, pero
así de sencillo queda acreditada en México una
escritura poética. Entonces ¿cómo no sufrir de
mediocridad?.
Ejemplos como el anterior abundan en cada comentario
de libro, vamos a ver sólo uno más de la citada
antología. León Plascencia Ñol, a propósito de algunos
poemas de Rosalva García Coral dice: en su poesía
“existe un pronunciamiento del silencio como armazón
del mundo, como trazo del polvo que es el único signo
de lo que quizás está aquí o vendrá con la palabra
dicha o incomunicada”. Sé que algo quiso decir el
comentarista, sé que hay algo ahí, en el sótano de lo
dicho pero quién sabe qué rayos es. Sin embargo, es lo
que tenemos y así miramos la obra de los otros.
Entonces ¿cómo no sufrir de mediocridad?.
Concluyo esta parte con la confesión de los elementos
críticos de que dispuso Alberto Paredes para preparar
su libro Nueve poetas mexicanos recientes (1966-2000):
“'Me interesan obras dotadas ya de identidad
perceptible, vigor e importancia expresiva, de nitidez
en su propuesta, bajo una clara exigencia de calidad”.
El discurso parece bueno, ¿pero qué es la calidad en
la poesía? ¿Qué cosa es eso de identidad perceptible?
En fin, Paredes nos presenta como respuesta a este
torpe pregunta la obra de Jaime Reyes, Ricardo Yáñez,
José Luis Rivas, Amelia Vértiz, Elsa Cross, Coral
Bracho, Carlos Isla, Francisco Hernández y David
Huerta. Poetas, admirables algunos, y otros con una
identidad perceptible, digamos imperceptible.

Yo podría estar en contra de la ‘calidad formal’ de
cuatro de los ocho enlistados. Sin embargo, el hecho
de que a mi no me guste cómo escriben, ni tenga
coincidencia con lo que escriben, no les resta calidad
en absoluto, ni ‘vigor e importancia expresiva’. A
pesar de la escasa ’calidad’ de mi comprehensión
sensorial, estos cuatro que no me agradan seguirán
siendo lo que son, porque un parámetro industrialista
como la calidad no es ningún determinante para decidir
que sirve y que no en la poesía; por lo contrario, es
la legitimidad y la perdurabilidad de la experiencia
estética lo que cuenta. Algo por el estilo debió
aplicarse a la hora de calificar el tal Aguascalientes
y no la calidad de la formalidad perceptible y bla,
bla, bla...
Sin embargo, no hay por qué alarmarse con que se
declare desierto el Aguascalientes, no seamos
hipócritas; sabemos que la poesía mexicana es de una
fragilidad crítica que asusta, salvo excepciones, ha
crecido alimentada por la baba de la alcahuetería y la
mezquindad, así que una sacudida de vez en cuando no
está mal.
Coincido con Pedro Serrano de que al poeta Gerardo
Deniz hay que proponerlo para que reciba el Premio
Nacional de Ciencias y Artes, se lo tiene más que
merecido; y en cuanto al monto del tan mentado premio,
apoyo la propuesta de que se emplee para impulsar
talleres de poesía en los estados más atrasados
literariamente, comenzando por Guerrero.
Ya clarea estimables, zánganos; debiéramos cambiar de
asunto, si el sol nos ha de aborrecer que sea por
algo. Gracias, maestro Deniz.

Monday, April 21, 2008

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